...¿O más bien hacia un nuevo modelo de expolio del planeta?


En el terreno de la economía:

La biotecnología es el cuarto recurso de la agricultura moderna. El suelo, el agua y el aire han sido hasta ahora los recursos necesarios para que el agricultor pudiera obtener una cosecha. Actualmente, y debido a la Revolución Verde, estos tres se ven amenazados.

Biotecnología, el nuevo peligro de la industria, las semillas de manipulación genética

Actualmente, de nuevo, la ciencia industrial trae más novedades a la agricultura, las semillas manipuladas genéticamente. El objetivo de estas semillas es mejorar el tamaño, el color, hacerlas fuertes a las plagas, a los propios pesticidas químicos. La industria biotecnológica, que está controlada de nuevo por las multinacionales químicas de la alimentación, ha comenzado a introducir en el mercado algunos de los productos agrícolas (semillas o frutas) genéticamente manipulados.

Han conseguido: tomates resistentes a la putrefacción (Calgene), tomates de marchitamiento lento (Monsanto), maiz BT (Ciba Geigy), colza resistente a un herbicida químico creado por Hoechst (Plant Genetic System), algodón resistente al herbicida sulfonilurea (du Pont) y muchos más. El problema es que no hay forma de conocer a priori los efectos globales y a largo plazo de los productos manipulados genéticamente sobre la salud humana y la del planeta.

Conviene resaltar que el principal interés de sus impulsores y defensores no es el de mejorar o solucionar los graves problemas de salud y alimentación que padece la humanidad, sino que su orientación está dirigida al control de toda la cadena alimentaria y la obtención de billonarias ganancias. La investigación biotecnológica está controlada por un reducido número de empresas multinacionales del sector agro-químico en constante proceso de concentración de empresas.

Fuente: GRAIN (Barcelona)

Bajo el lema ¡NO a las patentes sobra la vida! la ONG española AEDENAT (Asociación ecologista de Defensa de la Naturaleza) ha lanzado una campaña contra la ingeniería genética, dentro de un esfuerzo más amplio asumido por la CODA (Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental. El objetivo de la Campaña es prohibir las patentes sobre formas de vida y pedir el control social sobre la Ingeniaría genética. El mes de julio de 1997, el Parlamento Europeo votó las enmiendas propuestas por el Comité Jurídico y por los grupos parlamentarios europeos, aprobando por amplia mayoría un texto legal de Directiva sobre Protección Jurídica de las invenciones Biotecnológicas que amplia el campo de las patentos a los seres vivos. Sólo el grupo de Los Verdes se opusieron a la nueva Directiva. Esta propuesta sólo beneficia a las grandes empresas multinacionales de ingeniería genética y biotecnología (farmacéuticas, químicas, alimentarias, productoras de semillas…). Estas empresas están presionado a los Parlamentarios europeos y a los ministros y jefes de estado  para conseguir la aprobación de la nueva Directiva.
“Una patente es una forma de propiedad intelectual para quien la compre (ya que debe pagar dinero por ellas) que otroga derechos exclusivos de explotación comercial de una invención a su titular por un plazo de hasta 20 años. En teoría, un rasgo genético no es una invención, ya que existe en la naturaleza y no ha sido inventado. Sin embargo, la presión de las grandes empresas farmacéuticas, alimentarias está consiguiendo influir en los políticos para que se permita la concesión de patentes sobre la materia viva.”

Sin embargo, las opiniones sobre el tema están divididas.


Más vale prevenir que curar

Gregorio Álvaro Campos y Jorge Riechmann


El coordinador nacional de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del CSIC, Daniel Ramón Vidal, en su artículo Los alimentos transgénicos (EL PAÍS, 20 de diciembre de 1997), realiza una encendida defensa de los alimentos manipulados genéticamente intentando convencernos de que son "científicamente seguros". Este texto no es sólo una réplica al artículo de Ramón Vidal que contiene lo que a nuestro juicio son importantes imprecisiones y omisiones científicas, sino que también expone las razones por las que diferentes sectores de la sociedad (científicos, consumidores, ecologistas, sindicalistas, agricultores...) creemos que los alimentos obtenidos por manipulación genética hoy por hoy están muy lejos de ser seguros.

Alimentos obtenidos por manipulación genética (transgénicos o recombinantes) son aquellos que proceden de organismos en los que se han introducido genes de otras especies por medio de la ingeniería genética. Para la introducción de genes fornáneos en la planta o en el animal comestibles es necesario utilizar como herramienta lo que en ingeniería genética se llama un vector de transformación: "parásitos genéticos" como plásmidos y virus, a menudo inductores de tumores y otras enfermedades, como sarcomas, leucemias... Aunque solamente estos vectores se "mutilan" en el laboratorio para eliminar sus propiedades patógenas, se ha descrito la habilidad de estos vectores mutilados para reactivarse, puediendo generar nuevos patógenos. Además, tales vectores llevan muchas veces genes marcadores que confieren resistencia a antibióticos como la kanamicina (gen presente en el tomate transgénico de Calgene) o la ampicilina (gen presente en el maíz trangénico de Novartis), resistencias que se pueden incorporar a las poblaciones bacterianas (en nuestros intestinos, en el auga o en el suelo). La parición de más cepas bacterianas patógenas resistentes a antibióticos (un problema sobre el que la OMS no deja de alertar) es un peligro para la salud pública imposible de exagerar.


Si bien la ingeniería genética es una herramienta potentísima para la manipulación de los genes, actualmente existe un gran vacío de conocimiento sobre el funcionamiento genético de la planta o animal que se va a manipular. ¿Qué genes se activan y se desactivan a lo largo del ciclo vital del organismo, cómo y por qué lo hacen? ¿Cómo influye el nuevo gen introducido en el funcionamiento del resto del genoma? ¿Cómo altera el entorno el encendido o el apagado de los genes de la planta cultivada?

Actualmente, todas estas preguntas se encuentran, en gran medida, sin respuesta. La introducción de genes nuevos en el genoma del organismo manipulado provoca alteraciones impredecibles de su funcionamiento genético oy de su metabolismo celular, y esto puede acarrear:
  1. la producción de proteínas extrañas causantes de procesos alérgicos en los consumidores (estudios sobre la soja transgénica de Pioneer demostraron que provocaba reacciones alérgicas, no encontradas en la soja no manipulada);
  2. la producción de sustancias tóxicas que no están presentes en el alimento no manipulado (en EEUU, la ingestión del aminoácido triptófano, producido por una bacteria modificada genéticamente, dio como resultado 27 personas muertas y más de 1.500 afectadas), y
  3. alteraciones de las propiedades nutritivas (proporción de azúcares, grasas, proteínas, vitaminas...).

    Los peligros para el medio ambiente son incluso más preocupantes que los riesgos sanitarios. La extensión de cultivos transgénicos pone en peligro la biodiversidad, estimula la erosión y la contaminación genética, y potencia el uso de herbicidas. Según un informe de la OCDE, el 66% de las experimentaciones de campo con cultivos transgénicos que se realizaron en años recientes estuvieron encaminadas a la creación de plantas resistentes a herbicidas. Tal es el caso de la soja transgénica de Monsanto, resistente al herbicida Roundup, que produce la misma multinacional. La Agencia del Medio Ambiente de EEUU considera que este herbicida de amplio espectro ha puesto al borde de la extinción una gran variedad de especies vegetales de EEUU; también se le considera uno de los herbicidas más tóxicos para microorganismos del suelo, como hongos, actinomicetos y levaduras. Otra de las preocupaciones fundadas acerca de los cultivos trangénicos es el posible escape de los genes transferidos hacia poblaciones de plantas silvestres relacionadas con estos cultivos mediante el flujo del polen: ya han sido bien documentadas numerosas hibridaciones entre casi todos los cultivos y sus antepasados naturales. La introducción de plantas transgénicas resistentes a plaguicidas y herbicidas en los campos de cultivo conlleva un elevado riesgo de que estos genes de resistencia pasen, por polinización cruzada, a malas hierbas silvestres emparentadas, creándose así "malísimas hierbas" capaces de causar graves daños en cultivos y ecosistemas naturales. A su vez, estas plantas transgénicas, con características nuevas, pueden desplazar a especies autóctonas de sus nichos ecológicos. La liberación de organismos modificados genéticamente al medio ambiente tiene consecuencias a menudo imprevisibles e incontrolables.

    Hay demasiados peligros reales para afirmar que estos alimentos son seguros. Hoy por hoy, la comercialización de alimentos transgénicos es un acto irresponsable que convierte a los consumidores en cobayas humanos, y a nuestra induscutible biosfera en un laboratorio de alto riesgo. En Europa, el debate está abierto. En diciembre de 1996 llegó a Barcelona el primer cargamento de soja transgénica procedente de EEUU, entre las protestas de los grupos ecologistas. Encuestas realizadas en numerosos países han revelado un rechazo generalizado al consumo de alimentos transgénicos por parte de la población. Las autoridades de la UE están sufriendo una enorme presión por parte del Gobierno de EEUU y de las multinacionales agroquímicas para conseguir una legislación laxa que no ponga ningún tipo de restricción a los cultivos y los alimentos transgénicos. Se intenta que países como Luxemburgo, Italia y Austria, que habían prohibido el maíz transgénico de Novartis, vuelvan atrás sobre su decisión. Los vegetales transgénicos se comercializan mezclados con los normales, y además las compañías se niegan al etiquetado distintivo, con lo que el ciudadano está indefenso y sin posibilidad de elección. El interés crematístico y monopolístico de las multinacionales agroquímicas no es la mejor garantía para nuestra seguridad alimentaria, nuestra salud ni la habitabilidad de la biosfera.

    Desde el movimiento ecologista y las organizaciones sindicales creemos necesario promover un amplio debate social acerca de los alimentos transgénicos. Las multinacionales agroquímicas, con el beneplácito de los respectivos gobiernos eluden el debate y aplican la violencia de los hechos consumados cuando se adoptan -sin participación democrática- las decisiones que introducen estos alimentos en nuestros mercados, nuestras cocinas y nuestros estómagos sin nuestro consentimiento.

    Demasiadas grandes opciones tecnológicas han mostrado en el pasado reciente su potencial de catástrofe (DDT, vacas locas, Chernóbil...) como para permitirnos ninguna ingenuidad. Las tristes experiencias pasadas aconsejan prudencia extrema para que no pueda ocurrir ningún "Chernóbil biotecnológico". No lo decimos animados por ninguna intención anticientífica, queremos ciencia pero con prudencia, y sobre todo, más democracia, también para decidir sobre las políticas científicas y tecnológicas.


    Gregorio Álvaro Campos es biotecnólogo, profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la UCM y miembro de Aedenat. Jorge Riechmann es politicólogo, profesor de la Universidad de Barcelona y miembro del Departamento Confederal de Medio Ambiente de CCOO.


    Si buscas el artículo del 20 de diciembre de 1997 al que hacen referencia los autores, no te será difícil organizar un debate en la clase sobre las patentes genéticas con los argumentos a favor y en contra.