II Foro sobre Derechos Humanos Norte/Sur:
Los derechos humanos de las mujeres inmigrantes

COOPERACCIÓ, Vilafranca del Penedès, 27 de noviembre de 1999


Quinientos años después:
Ruth Erasme
Una ley contra el ser humano:
Fatou Secka
Mano de obra barata:
Malika Abdelaziz
El sistema neocolonial
aumenta las desigualdades:
Gladys Moya
Debate sobre los derechos humanos de las mujeres inmigrantes

QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS
Por Ruth Esther Erasme,
dominicana, enfermera y mediadora cultural


Soy de una isla que esta en el corazón del Caribe y que hoy para muchos no significa nada, pero que en 1492 fue escenario de un acontecer mundial: fue la puerta de entrada a América Latina, al Nuevo Mundo. La República Dominicana es un país de 8.000.000 de habitantes, de los que 1.500.000 están fuera del país eso quiere decir que de cada familia dominicana hay uno o dos fuera.

República Dominicana no es un país pobre, tiene muchos recursos naturales y muchos más, pero tiene una mala administración y unos funcionarios corruptos, y por esa razón emigra la gente de mi país, es un país de unos pocos muy ricos y unos muchos muy pobres, me da pena decirlo pero es así, y 500 años más tarde, vengo yo del sur de mi Quisqueya a hablarles.

Yo hago la mediación natural con mi colectivo, es una mediación polivalente en todos los servicios, justicia, salud, educación, servicios sociales, etc. Pertenezco a la asociación de inmigrantes dominicanos en Cataluña, y a la asociación de mediadores interculturales de Cataluña, por lo que estoy siempre ante diferentes personas y representantes de diferentes culturas, y voy a hablar un poco de la cultura dominicana, del talante de nosotras, las Mujeres quisqueyanas.

Nosotras, las latinoamericanas -colombianas, mejicanas, etc.- amamos España, porque dentro de nosotras hay una inmensa proporción de sangre española, nosotras cuando venimos, cuando salimos de nuestro país, decirnos vamos a la madre patria. Al poco tiempo de llegar nos damos cuenta de que esto no es ninguna panacea, enseguida se nos etiquetan cosas, se nos adjudican estereotipos, como sudacas, caribeñas calientes, analfabetas o bailadoras, pero detrás de esa sangre caliente y esa bailadora está la cachifa, o mejor dicho la trabajadora doméstica, está el poeta, el pintor, el escritor, el barrendero, hay de todo.

¿Y por qué la emigración de la mujer dominicana, y no la del hombre? Porque la mujer es la que lleva el timón de la casa, que me perdonen mis paisanos dominicanos, la mujer es más luchadora, más trabajadora, además somos gente de fe, pensamos que todo nos va a ir bien y por esa razón nos lanzarnos a la emigración.

La causa de mi emigración fue buscar trabajo para salir un poco adelante, yo tenía familiares en EE.UU. y en Holanda. Este hecho, junto al deseo de mejorar económicamente, me motivaron a venir. El momento de mi partida fue triste tanto para mí como para mi familia, ya que dejaba a dos niños pequeños con mis padres.

Partí el 20 de noviembre de 1991 rumbo a Dinamarca, y de ahí a Alemania en ferry, después a Holanda. Me encontré muy bien con mis familiares allí, pero para mi, que venía de un país tropical, el cambio de clima fue drástico, hacía un frío tremendo y además tenía el inconveniente del idioma. De todas formas, a los pocos días de llegar, mis familiares me consiguieron un trabajo de limpieza en el aeropuerto internacional, y a los pocos meses conocí al que hoy es mi marido y nos fuimos a vivir juntos. En 1993 me trajo a Cataluña y nos instalarnos en Mollet del Valles, de donde es oriundo mi marido y allí permanezco.

Pasarnos unos meses difíciles y duros, pero por fin, gracias a Dios, él encontró una faenita y fuimos saliendo adelante. Quiero decirles que me fui encontrando con una madre patria donde lo antiguo se conjuga con lo moderno, donde hay una solidaridad en algunos renglones, donde hay tinas instituciones cuya información a los inmigrantes es débil, una España generalizadora, una España donde mejor es caer en gracia que ser gracioso.

En ese tiempo yo estaba embarazada, también tuve muchos problemas para ser atendida, ya que mi marido no tenía trabajo y por esa razón no podía incluirme en su cartilla de la Seguridad Social, por lo cual me remitieron a las trabajadoras sociales que me atendieron en el Hospital Clínico de Barcelona, tenía que ir de Mollet hasta Barcelona.

¿Los derechos humanos? Yo pienso que hay una descomposición social en todo el mundo sobre los derechos humanos y no tan sólo se violan los derechos de la mujer, también los derechos del niño, de las personas mayores, pero la mujer siempre sale mas perjudicada. La diferencia entre el primer y el tercer mundo no sólo se manifiesta en el terreno económico y social, también se hice patente el desequilibrio existente entre países desarrollados y subdesarrollados, en lo que se refiere a la situación de la mujer.

Mientras en los países desarrollados celebran la igualdad de derechos entre hombre y mujer, en los países pobres la mujer todavía es esclava de los estereotipos tradicionales. Pero aquí en Occidente me he dado a cuenta que también se cuecen habas, hay mucha discriminación en función del sexo, y más si es inmigrada. A nosotras, mujeres inmigradas, especialmente las dominicanas, se nos condena a trabajar en el servicio doméstico y en otras cosas más que no voy decir. Sin embargo, sí sabemos hacer otras cosas, ¿por qué no nos dan la oportunidad? Hay abogadas, médicos, licenciadas en enfermería, pedagogas, periodistas, trabajando con mocachifa, no tienen derecho a nada, porque sólo se les tramita una tarjeta de trabajo doméstico, con ese permiso de residencia no puede ejercer ni en fábrica, ni poner un negocio propio.

No tenemos derecho a una vivienda digna, para alquilar una vivienda tenemos que buscar a alguien de aquí, la mujer que trabaja en el servicio doméstico sólo tiene derecho a la Seguridad Social y a ir al médico, no tiene derecho al voto aquí, y como somos inmigrantes, se da el caso que tampoco en nuestro país de origen.

El año pasado los inmigrantes pagaron a la Seguridad Social 138.000.000 de pesetas y 100.000.000 por tasas de servicios de residencia, sin embargo no tenemos derechos, sólo nos dejan hacer el trabajo que los autóctonos no quieren o ser mano de obra barata, cuando los derechos humanos son un patrimonio de la humanidad.

Nosotras somos mujeres unidas, luchadoras, trabajadoras y triunfadoras, porque el 80% de las mujeres dominicanas inmigrantes han realizado su objetivo con mucho esfuerzo, sí, pero han conseguido su dinerito y algunas se han marchado a su país, otras se han casado y han traído a sus hijos y por lo menos están bien aquí.

No podemos olvidar la ley de extranjería, que estos días está dando que hablar. El gobierno se quiere echar para atrás argumentando que sus homólogos europeos, corno Francia, Alemania, Holanda y otros más, lo están presionando. En este sentido quiero decir que España tiene el 1% de inmigrantes, Francia tiene un 8%, Alemania un 10%, por lo tanto ellos no tienen derecho a presionar al gobierno español, pues cuando Alemania necesitó a inmigrantes para reconstruirse después de la guerra mundial los trajo.

Mi reflexión es la siguiente, la inmigración es un fenómeno que ha existido de tiempo inmemorial y que seguirá existiendo mientras haya países pobres en los que las oportunidades de trabajo y las condiciones mínimas de salud y alimentación no estén dadas. Y es que un país con hambre, sin medicinas, sin educación y con mucha marginación no es el sitio idóneo para vivir. Por eso la emigración es una vía de escape para todas las personas que, como yo, hemos salido en busca de una mejor forma de vida, tanto para nosotros como para los que dejamos atrás, pues aunque con tristeza vemos una esperanza en nuestra partida.

Para terminar yo, quiero mandar un saludo a todos ustedes, un saludo muy caribeño, muy tropical, sobre todo muy dominicano, que dios los bendiga mucho y que reciban de mí mucha paz, mucha comprensión y sobre todo mucho amor.



UNA LEY CONTRA EL SER HUMANO
Por Fatou Secka, Gambiana,
mediadora y agente de salud

Yo soy de nacionalidad gambiana, y dependo totalmente de mi esposo, ya que fue él quien hizo la trayectoria, quien emigró por una necesidad real que es la economía, ya que Gambia pertenece también al Tercer Mundo.

Hoy nos hemos reunido aquí para hablar del tema de los derechos humanos, de algo muy importante en la vida de un ser humano. Lo primero en cuanto a derechos humanos consiste en respetar las diferencias tal como son en su integridad, pues son relativos los contextos económicos y sociales de los grupos humanos.

El problema crucial se presenta cuando existen minorías étnicas y religiosas dentro de una sociedad de acogida. ¿Hasta dónde la tolerancia, las diferencias, sin poner en peligro la identidad nacional del mismo inmigrante? ¿Hasta dónde es posible respetar los valores de la sociedad de acogida sin perjudicar al inmigrante y transformarle en marginal?.

Esta famosa Ley de Extranjería anula el derecho del ser humano, porque es una ley que alimenta la discriminación, la xenofobia, una ley que da fuerza a toda persona que tiene un poder para actuar de forma inhumana sobre otras personas. Esta ley impide entrar en el mundo laboral con una dignidad que nos permita trabajar como personas. Esta ley te exige un papel para trabajar, para sobrevivir, y en cuanto empiezas la tramitación de ese papel te dice que necesitas un trabajo para tener ese papel, es como el pez que se muerde la cola, y a nosotras nos pone en este proceso de empezar y nunca acabar, ésta es la Ley de Extranjería.

Esta ley machaca todavía más a la mujer inmigrante. En el África Subsahariana de la que vengo yo, la mujer está muy marcada por la religión musulmana, en la que el esposo tiene el derecho de disponer de ella. Al llegar a un país que se proclama el más moderno, no nos encontramos protegidas, y lo que es más, se vulneran nuestros derechos como mujeres, porque cuando la mujer llega aquí por reagrupación familiar, no puede disponer de un documento independiente de su esposo, esta mujer sigue dependiendo de él. Esta ley permite que una empleada de hogar trabaje sin un seguro de vida, ni siquiera asegurarla con un carnet para poder ir al hospital. No podemos tener nada, porque en tu tarjeta te dice claramente que no te está permitido trabajar en España, pero una ha de vivir de algo, y tenemos que trabajar. Una se traga su orgullo y trabaja con este trato, que yo creo que es inhumano.

La mayoría de los africanos subsaharianos llegan aquí sin estudios, y yo desde la mesa, a las personas implicadas, a las que les importa, y no sólo a los inmigrantes, quisiera mandar el mensaje de que el mayor trabajo que se tiene que desarrollar es la comunicación: saber qué necesidades tiene el inmigrante, hacer las cosas conjuntamente, porque hay muchas asociaciones en favor del inmigrante, pero falta lo principal, que es implicar a estos inmigrantes, que se sientan que no se está haciendo algo para ellos, sino que se les coge de la mano para enseñarles a hacer las cosas conjuntamente. Hay que crear experiencias comunes, espacios y momentos de intercambio y diálogo, indispensables para la integración, para implicar a las mujeres en las tareas, hacer que se sientan ellas mismas, tener su propia autonomía, poder tomar decisiones, simplemente identificarse como personas humanas.

Las mujeres subsaharianas llevan consigo un peso que les anula sus derechos desde el país de origen. Cuando llegamos a España y se habla de los derechos humanos, creemos que es el refugio, pero llegar aquí, para la mayoría, es el infierno. El infierno en el trato que se recibe desde las instituciones, ojalá el vecino o el amigo de la calle fueran los que gobernaran, porque sin los vecinos, los inmigrantes no podrían moverse en el país.

En 25 años que llevo en Cataluña no he tenido discriminación directa, pero si sé de quien la ha tenido. Creo que eso depende de cada persona y de cómo uno elige la trayectoria de vida. De todos modos, venimos con un objetivo común: trabajar y ganarnos la vida.

Antes el africano venía aquí con el mito del retorno, y esto cada día desaparece. Los inmigrantes necesitamos integrarnos, pero muchas veces se confunde lo que es la integración: "Ya que tú has venido de tu tierra, eres tú la que te tienes que adaptar, te tienes que aguantar". Entonces no estamos extendiendo la mano para la convivencia, porque integración significa el intercambio, el conocimiento de tú y yo, porque así aprendemos a respetarnos, ya que es obvio que es muy difícil respetar lo desconocido. Cuando se conocen las cosas se sabe cómo tratarlas, te puedes identificar.

Los derechos humanos son la convivencia diaria, el trato de la persona. No por el hecho de ser negro o marroquí, nos tienen que ir atropellando. El día a día vulnera el derecho del débil, le hace sentir impotente, incómodo de vivir en su entorno. El ser humano está perdiendo cada día más ese valor que es amar al prójimo, y desde que esto se empieza a perder, carecemos de calidad, al menos desde mi educación cultural, porque una persona vale más que un millón de pesetas. Si no se valora al ser humano como tal, el blanco, el negro, el moro, el catalán o el castellano, se empiezan a atropellar los derechos del ser humano.

Quería contaros lo que es ser mujer en el África subsahariana. En este caso quería hacer una presentación breve de un nuevo grupo de mujeres gambianas, senegalesas y autóctonas que se está formando en Cataluña, que se llama Amam. Estamos luchando contra la práctica más grave que atenta a los derechos de la mujer, como es la mutilación de los genitales femeninos.

Necesitamos su ayuda para luchar contra estas prácticas. Ustedes se preguntarán cómo vamos a impedirlas, si ni siquiera las conocemos. El experimento está en lo que he dicho antes: conocer, tratar, respetar, es un tema bastante delicado y sensible, pero que desde todos los profesionales, servicios sociales, médicos, pueden trabajar con nosotras en la identificación de estas niñas que nacen aquí y se las llevan a su tierra a practicarles esas mutilaciones genitales femeninas.

¿En qué consiste vuestra ayuda? En poneros en contacto con los teléfonos que daré a continuación, para indicarnos cuándo una familia dice que se va de viaje. Necesitamos saber la salida de esta familia y contactar con los que están trabajando sobre el terreno para impedir estas prácticas. También lanzo el mensaje al gobierno español, porque Francia ha puesto una ley contra esa mutilación, incluso Senegal, pero creo que aquí todavía está inmaduro lo de poner leyes sobre prácticas de este tipo.

Si no se reconocen los derechos de la mujer inmigrante como persona capaz de tener su autonomía propia, la ley no le puede dar ninguna protección, y el día de mañana la mujer inmigrante tendrá que marchar a su tierra, volverá con los suyos y entonces allí no querrá sentirse excluida, ni ella ni su hija, y practicará la mutilación. Pero si la mujer no dependiera del marido, si tuviera sus propios papeles y su propia autonomía e independencia, sabría que puede vivir con su hija aquí, y esta niña estaría también acogida, crecería y se sentiría con el mismo derecho que los nativos españoles.

Quería acabar lanzando un mensaje. Mi experiencia como madre de hijas adolescentes la he tenido en los 25 años que llevo aquí. Sé que la mujer europea también ha sufrido mucho, pero que las que estamos más desprotegidas somos nosotras. Como soy africana y he emigrado a Europa, la realidad me dice que mis hijos, por mucho que me los lleve, también volverán a la tierra donde han nacido y donde han echado sus primeras raíces, aunque su origen fuera África. Estos niños llevarán África en su piel, su cara es africana, pero su corazón es de Europa. Y una madre africana, realmente necesita sentirse más protegida. Con los vecinos no hay problema, pero es la Ley de Extranjería la que nos impide vivir dignamente como personas, poder tener una vivienda digna. Creo que tenemos que luchar contra ella, porque tiene el poder de anular al ser humano.





MANO DE OBRA BARATA
Por Malika Abdelaziz,
Periodista argelina, Area Mujer de ATIME

Creo que cuando salió la Declaración Universal de los Derechos Humanos, había dos ideas clave, que eran el concepto de persona y el valor universal de las libertades fundamentales. Pero en realidad, hablando de la inmigración, lo que está claro (y el marco legal está hecho para que sea clarísimo) es que la inmigración es la fuerza laboral, por una parte, y en el caso particular de las mujeres es también una fuerza de reproducción de la fuerza laboral. De personas, aquí, hay poca presencia ¿no?.

Antes de hablar de la situación de las personas argelinas, que somos todavía muy pocas en España, y de las compañeras marroquíes con las que trabajo, propongo una pequeña reflexión sobre dos palabras importantes en relación con la inmigración, que son "desigualdad" y "discriminación". A la gente no le gusta escuchar esto, pero creo que muchas mujeres inmigrantes hacemos la experiencia cotidiana de la interiorización de una desigualdad que aquí la gente vive casi como natural, que es la desigualdad Norte-Sur. Mucha gente, buena gente, considera que está bien, que al fin y al cabo ese inmigrante tiene un trabajo, aunque no corresponda a su capacidad y a su formación, pero por lo menos lo tiene. Y aquí hay todo un proceso de apreciación de la diferencia entre la gente que ha nacido en el Norte y nosotros, que venimos del sur. Pero esta desigualdad se transforma en discriminación cuando de manera deliberada hay una voluntad de apartar a algunos colectivos de derechos legalmente reconocidos.

Todas las compañeras aquí han acusado la Ley sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España. Esta ley de Extranjería es una ley segregacionista. Los actuales debates sobre el proyecto de la nueva ley claramente usan el parámetro de la nacionalidad para apartar a una parte de los residentes legales en España del acceso a derechos fundamentales, como la educación para sus niños, la ayuda escolar, el derecho a la salud, por los cuales, además, pagamos también impuestos y tasas, somos una fuente de financiación de la Seguridad Social.

Otro aspecto, que tiene que ver con el marco legal, es que la canalización de las posibilidades laborales para los colectivos inmigrantes es el servicio doméstico. De los 190.000 permisos de trabajo que se han dado a mujeres en 1998, el 67% eran de servicio doméstico. En este servicio no se reconocen a los trabajadores los mismos derechos que en otros sectores. Las mujeres inmigrantes no tienen derecho al paro ni a prestaciones de la Seguridad Social si no están enfermas más de 9 días. Hay toda una serie de mecanismos que añaden a su situación de extranjeras una discriminación muy fuerte en cuanto a los derechos en la actividad laboral.

Estos últimos años hay una fragilización incluso más fuerte de las posibilidades laborales que tenían los inmigrantes. En el 98 se denegaron 26.000 peticiones de renovación de permisos de trabajo. Una persona que solicita una renovación del permiso significa que entrega todos los requisitos legales: un contrato y todos los papeles de la empresa. Con estas denegaciones de nuevo se ha puesto en situación de ilegalidad y en mayor precariedad a 26.000 personas. Es el número más alto de denegación en España en los últimos 10 años.

Creo útil dar algunos datos, pues hay un problema con las estadísticas que quiero destacar. Las estadísticas de permanencia de los extranjeros en España se calculan sobre la base de los permisos en vigor, éste puede ser un indicador, pero no es bastante para saber realmente cuántos hay aquí, porque un permiso en vigor puede no ser renovado. Y cuando se renueva, hay otro problema. En Madrid, en 1998, la media para las renovaciones que se hicieron fue de 8 a 12 meses. Son plazos enormes, durante los cuales ocurren dramas, porque un empleador que tiene a una persona trabajando legalmente para él y que entrega los papeles necesarios para la renovación, no espera otros 10 o 12 meses a que el trabajador tenga sus papeles, porque tiene miedo. Si es un empleador legal, despide a ese trabajador. Quería decir con esto que las estadísticas son solamente una imagen parcial de la inmigración, porque la base del cálculo es aproximativa. Eso tiene significaciones interesantes acerca de la visión de la Administración sobre el asunto.

El colectivo marroquí aquí es más o menos de 170.000 personas, de las que un 48% son mujeres. De éstas, un 31 % son sólo residentes y el 17% tienen permiso de trabajo. Eso significa que la mayoría de las mujeres marroquíes aquí están en el marco de la reagrupación familiar, y ésta es una privación potencia¡ de todo proyecto y deseo personal para la mujer, si éstos no hallan la aprobación del varón. Una mujer no comunitaria, como las llama la ley, que se divorcia o separa pierde el derecho de residencia. Es una reglamentación del 97 que no se aplica a las residentes comunitarias, que pueden divorciarse sin perder el derecho a residir en España.

No voy a volver sobre temas que ya hemos tratado. Creo que el marco legal es importante para estabilizar la situación de la inmigración aquí, pero hay una parte de nuestra vida como colectivo de mujeres totalmente oculta. Como somos sólo fuerza laboral y fuerza de reproducción, nadie se preocupa de nuestros derechos civiles. Muchas ONG, sindicatos, tienen consulta jurídica de extranjería o de derecho laboral, pero no de los derechos civiles, cuando la presencia de mujeres dentro de los colectivos inmigrantes se está incrementando, en particular las mujeres africanas, entre ellas las marroquíes. En el tema, los prejuicios o estereotipos sirven de base a posicionamientos, sea desde el "relativismo cultural" que legitima la denegación de derechos y libertades válidos sólo para las autóctonas, sea desde el desconocimiento de las realidades.

Además del número, una variable importante es que muchas mujeres que vienen están cualificadas, han vivido en centros urbanos y tienen estudios superiores. También el hecho que a nivel del Magreb hay una contestación cada vez más importante de la desigualdad de las mujeres dentro de los estatutos de nuestros países. Ocurre que aquí en España se desarrollan conflictos familiares que tienen que ver con el derecho civil y aquí hay un vacío enorme. No hay manera de medir, en el sentido de matizarlas, las confrontaciones entre las personas, y creo que es necesario que el derecho civil de las mujeres inmigrantes sea una preocupación aquí, para que se den a conocer las leyes de los países de origen, porque en la inmigración las mujeres no pueden acceder a los pocos derechos que tienen en su país de origen, porque gestionan desde aquí sus expedientes en Marruecos mediante abogados, y con la corrupción existente, no tienen posibilidad de que la ley no sea para ellas peor.

Creo también que en el Magreb y los países con fuerte emigración, las asociaciones que luchan por cambiar el estatuto de la mujer en su propio país, también se preocupan por la situación de las mujeres que están fuera del país. Y eso vale también para las entidades que apoyan la mejora de la situación de la inmigración en España y/o intentan influir en favor del desarrollo de los países de origen.



EL SISTEMA COLONIAL A
UMENTA LAS DESIGUALDADES
Por Gladys Moya,
Filipina, vicepresidenta de la
Asociación de Mujeres Filipinas

La primera característica de la emigración, interna o externa, es la pobreza. La pobreza tiene muchas causas: guerras civiles, persecución, luto, muerte de un cabeza de familia, hambre, terremotos, huracanes, malas cosechas, desastres naturales. Viene también por falta de trabajo. Otro factor son las enfermedades e incapacidades.

Mucha gente emigra para sobrevivir. La supervivencia dependerá de las circunstancias del individuo afectado. Éste tiene la intención de pagar ayudas, cubrir las necesidades básicas de un miembro de la familia o pagar los cuidados sanitarios de un agonizante miembro de la familia o la educación de los niños. Por tanto, la emigración es el último recurso. Filipinas tiene abundante emigración femenina. En los últimos años las mujeres filipinas emigradas suelen trabajar en Oriente Medio, Singapur, Taiwan para entretenimiento sexual o con agencias que piden novias para Japón, Estados Unidos, Europa y Australia. Las mujeres filipinas creen que la emigración es la única esperanza para romper el techo de la pobreza y de desempleo que hay en su país de origen.

Según el plan de empleo filipino de 1989, el mismo gobierno anima a emigrar a estas mujeres. Es un sistema que apoya la emigración y el trabajo barato para el mercado global. El gobierno persigue adquirir divisas extranjeras gracias al trabajo de las mujeres filipinas, para pagar las ayudas y deudas extranjeras. La idea de emigrar les hace creer que tendrán la independencia económica que no habían obtenido en su país. La emigración es un escape personal de las situaciones opresivas. Pero en este caso las mujeres se ven abocadas a los abusos del gobierno, de las agencias que las reclutan y también de los dueños de ultramar.

Las mujeres filipinas, especialmente las del servicio doméstico, viven en condiciones infernales similares a la esclavitud, o temen constantemente la expulsión por su situación ilegal. El impacto de la situación laboral en las mujeres constituye un grave problema que afecta a la familia en el país de origen. Estas familias tienen problemas sociopsicológicos, las relaciones matrimoniales se van rompiendo, desatienden el cuidado de los niños, están desorientadas por la presión emocional, la ansiedad debida a la separación y a la situación económica de la familia.

La emigración consigue exacerbar la pobreza, en vez de disminuiría y además las mujeres están desprotegidas contra las violaciones a los derechos humanos que ellas sufren en los países anfitriones. En otras palabras, las mujeres filipinas están atrapadas por las fuerzas coloniales que sostienen desigualdades globales. La demanda laboral, especialmente de los países europeos, que facilitan la masiva explotación y controlan las fronteras nacionales a todo tipo de refugiados.

Filipinas es un país independiente, pero la independencia sólo es nominal. Debido a su estado de colonia, el desarrollo económico de la nación se ve retardado. El colonialismo enriquece el centro mediante la continuidad de la explotación después de la independencia. Todo indica que las desigualdades continuarán, después de la era del colonialismo, entre el mundo rico y el mundo pobre, el Norte y el Sur, o países más desarrollados o menos tecnológicamente. En las últimas dos décadas de] siglo las desigualdades han crecido enormemente, promovidas por el capitalismo global multinacional e internacional y por las instituciones y corporaciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que coartan las independencias de las excolonias.

Además están las ayudas a los países extranjeros que atan a los países endeudados. Los pobres no pueden pagar ni siquiera los intereses de las deudas. Lo más increíble que hacen los grupos internacionales a los países pobres es que ellos deciden las políticas de la nación, según el modelo económico neoliberal, que incluye libre comercio y privatizaciones, a costa de los países pobres.

Los objetivos teóricos son reducir la pobreza y las desigualdades, pero en realidad, la gente ha de asumir que estas políticas no le benefician, al contrario, es víctima de la corrupción política. Además, esos planes neoliberales son inconsistentes en relación con los derechos de las mujeres, al promover de alguna manera la explotación y los abusos a las trabajadoras. Los países excoloniales tienen la responsabilidad de la situación no sólo de sus ciudadanas, sino también de las inmigrantes trabajadoras obligadas a salir de sus países.

El desarrollo, en este marco, beneficia sobre todo al hombre, el beneficio de la mujer es escaso. Las mujeres constituyen la mayoría de personas analfabetas, las mujeres y los niños comprenden el 60% de los 130 millones de personas que no tienen acceso a la educación primaria, las mujeres producen la mitad de la comida mundial, pero sólo son propietarias del 1% de la tierra del mundo.

Las mujeres que viven en circunstancias de pobreza son muchas, representan el 50%, mientras que los hombres son sólo un 3%. Las mujeres también tienen un mayor desempleo. No hay un país en el mundo donde las mujeres ejerzan sus derechos humanos a nivel civil, económico, político, social y cultural.

Casi todas las filipinas son jóvenes y educadas, el 80% han terminado la Escuela Secundaria. Además, muchas han hecho Bachillerato Superior. También tienen cualificaciones profesionales y la mayoría viene con experiencias profesional desde su país de origen. Sin embargo en los países de ultramar trabajan sólo en el servicio doméstico. En los países del petróleo e industriales demandan mano de obra barata. La economía del país de origen entonces permite crecer a los países desarrollados, en detrimento del crecimiento del individuo. Ultramar no supone justicia, sino un nuevo descubrimiento de la desigualdad.

Por último, la pobreza no es personal o algo individual, sino una tragedia nacional y global. En este caso el mundo no puede alcanzar una nueva regla sin solucionar el problema del desplazamiento del ser humano. La pobreza afecta en Filipinas a la mayor parte de la población debido a la desigualdad, a la propiedad de la tierra y de otras fuentes, en manos de la minoría oligárquica, fiel seguidora y aliada de Estados Unidos.

Para acabar, yo, una inmigrante, trabajadora del servicio doméstico en Cataluña, tengo esperanza que en el futuro se conseguirá la aplicación de los derechos humanos.



DEBATE SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES INMIGRANTES


Preguntas

  1. Yo quisiera preguntar a Gladys Moya sobre Filipinas. Yo no sé cuánto tiempo duró la colonización española en Filipinas y qué queda de esta colonización, de cultura, de costumbres, y también la influencia estadounidense en este país.

  2. Mi pregunta está relacionada con cosas de índole más cultural, como son las tradiciones. Entonces la interpretación cambia, a veces a nivel colectivo o personal el inmigrante puede tomar como una agresión cultural la existencia de cosas que para la sociedad de acogida, la española en este caso, son derechos humanos. Fatou había comentado el tema de la ablación del clítoris, pero ahora con el colectivo de inmigrantes en Cataluña se dan casos de bodas de mujeres adolescentes simplemente por la decisión de los padres. Esto en España es ilegal, es atentar contra los derechos humanos, pero el problema es que para una gran parte del colectivo, incluso por la educación cultural de las propias mujeres, es una cosa natural. ¿Cómo se podría intervenir en este tipo de cosas? ¿Supondría esa intervención un atentado en lo que es cambiar la cultura de las personas inmigrantes?

  3. Si habLamos de derechos humanos, una de las cosas que aparecen con más evidencia es el derecho de voto. En el caso de los inmigrantes, muchas veces ocurre que son inmigrantes aquí y en sus países, es decir, no tienen derecho de voto aquí y por no vivir en sus países lo pierden allí. Eso, en lo que respecta a nosotros, significa un déficit democrático importante, que no se contempló en la Constitución española cuando se creó porque hace 20 años prácticamente no había emigrantes en nuestro país, por lo tanto nadie pensó en discutir ese tema, pero hoy día deberíamos incluirlo en nuestra agenda política. En la nueva ley de inmigración se contempla este derecho para el voto en las elecciones municipales, y esperamos que ese derecho no se pierda, pero yo creo que cada vez más deberíamos plantearnos el derecho de voto en todas las elecciones para los inmigrantes que están aquí de una forma estable.

Respuestas

Gladys Moya

España había colonizado mi país creo que durante 350 años, pero no ha dejado en el país casi nada, sólo cogimos la religión, que es lo más importante para nosotros, el 90% somos católicos, pero en la economía los españoles no han dado nada a mi país. Es la verdad, lo siento mucho, porque yo estoy aquí también.

Estados Unidos cuando cogió mi país, impuso lo primero el inglés, ahora lengua oficial, aunque está también el tagalo. También pusieron la educación, desde la primaria hasta la más alta. Nosotros estamos más agradecidos a los americanos que a los españoles. Lo siento mucho.

Lidia Santos

Como estáis hablando de los derechos de las mujeres inmigradas, quisiera subrayar un par de cosas. Por un lado, Fatou ha hablado de los problemas de la reagrupación, es decir, de la mujer como reagrupada, pero luego hay otra cuestión que no ha salido y creo que valdría la pena poner de manifiesto, porque afecta a un derecho fundamental: el de llevar una vida familiar, reconocido en los convenios internacionales y en nuestro sistema.

Si examinamos las peticiones de reagrupación familiar que hacen los colectivos de inmigrantes feminizados, las dominicanas, las filipinas y las peruanas, nos da la siguiente situación: el porcentaje de denegación de reagrupación familiar cae en picado cuando las peticionarias son de estos tres colectivos. Se conceden apenas un 30% de las solicitudes que se realizan. Y no es por una razón directa de estos colectivos, sino por la discriminación por razón de sexo que existe en general y que se agrava en el caso de las mujeres inmigrantes. ¿Por qué? Porque tienen trabajos mucho más precarios, condiciones y situaciones que no les permiten alcanzar las condiciones que exige la ley para conseguir la reagrupación familiar.

Creo que eso hay que ponerlo de manifiesto, de manera que se añade un elemento más de discriminación, grave y profunda, en estos casos. Seguramente pasamos por encima de eso como pasamos por encima de tantas cosas que hay que ver con una lectura de género.

Volviendo al tema de la dependencia en los casos de permisos por vía de la reagrupación familiar, digamos que la ley está pendiente en el Senado y que es un tema que se ha querido resolver y de alguna manera el reglamento actual lo intenta resolver. No es la mejor ley, pero pretende mejorar la situación anterior. Yo con esto quiero decir que la situación de la ley en estos momentos puede suponer, yo creo que hay altísimas posibilidades de que no salga o que salga con una gran rebaja.

Debería plantearnos, con una postura posibilista también, la necesidad de movilizarnos a favor de este nuevo texto, no porque consideremos que sea el mejor, sino porque ha sido fruto del consenso entre todos los partidos políticos. Las críticas que se hacen desde el gobierno en este momento son incomprensibles, ya que su grupo parlamentario ha estado negociando la ley, y además irresponsables, porque introducen una visión negativa respecto de las personas inmigradas, que no contribuye a la convivencia en este país.

Creo que en esa línea no sólo los inmigrantes y las asociaciones de inmigrantes, sino toda la ciudadanía española, deberían estar por la defensa si no de la ley, sí por lo menos del reconocimiento del máximo de derechos para todas las personas que se encuentran en este país.

Ruth Ester Erasme

Yo, como mediadora intercultural, he trabajado en casos de justicia con personas que han querido traer a sus niños o a sus madres desde la República Dominicana y se les ha denegado. Primero ha sido denegado porque aquí en Cataluña hay unos chiringuitos montados por abogados autóctonos que se dedican a hacerles el papeleo a ciertos inmigrantes que acuden allí y que están desinformados. Cuando esta gente llega a mi servicio de mediación, yo lo que hago es recoger el papeleo y ver por qué se lo denegaron: y es porque no están informados y no han dado la documentación que realmente pide el consulado español en Santo Domingo o las autoridades de aquí. A estas personas, con la ayuda de otros profesionales, les hemos hecho la segunda petición de reagrupación y se la han concedido.

Malika Abdellaziz

En la reagrupación familiar hay también un número importante de denegación en los colectivos marroquíes, que tiene en general dos justificaciones: La primera es que, para conceder la reagrupación familiar, le piden a un inmigrante condiciones que muchos españoles no podrían reunir, como una vivienda con un espacio X y un ingreso estable de un determinado nivel.

La segunda es que hay una forma de duplicidad, pues aunque haya informes favorables del notario, los consulados españoles deniegan los visados. De verdad, las posiciones de la mayoría de los consulados españoles en Marruecos son realmente escandalosas, tanto en lo que tiene que ver con la reagrupación y la gestión de los contingentes como con la gestión de los visados para visitar a un familiar. Los consulados o los funcionarios de Asuntos Exteriores tienen tanta arrogancia que incluso en los ámbitos reglamentarios, donde tendrían que estar para hablar de problemas de inmigrantes, como por ejemplo gestionar los contingentes, no responden y entonces no se llega ni siquiera a concretar un mínimo sobre qué se puede sacar de los mecanismos previstos por la reglamentación.

Creo que esto ya es general, porque desde que te dicen que puedes pedir la reagrupación familiar, tiene que venir un notario a examinar las condiciones de la vivienda, y es obvio que la mayoría de los inmigrantes, sobre todo los solteros, tienen unas viviendas precarias porque están limitados por sus sueldos. Ahí creo que también hay una trampa consciente, de la que también hemos de tomar conciencia, porque no se puede imponer a una persona vivir de manera precaria y decirle que la forma de poder reagrupar su familia es tener una vivienda digna.

En cuanto a las diferencias culturales, es una problemática realmente compleja. Primero, las culturas son evolutivas. En nuestros propios países la interpretación difiere, y aquí tenemos a una compañera abogada marroquí que está en un centro de escucha contra la violencia que se hace a las mujeres, supongo que ella puede también testimoniar sobre lo que se hace en relación con este asunto en nuestros países.

En Argelia, desde por lo menos 1984, de manera casi sistemática, y en Marruecos desde 1992, más o menos, hay desde las mujeres e incluso desde sus familiares, como los padres, hay un movimiento de contestación de la utilización de la condición musulmana para justificar la discriminación y la desigualdad de las mujeres. Dentro del mundo árabe desde hace siglos, incluso desde el profeta Mohamed, hay también una polémica, confrontaciones a veces muy violentas, sobre la interpretación misógina, sectarista, totalitaria, de la condición musulmana. Creo que la experiencia de las mujeres -hablo como magrebí- estos últimos 20 años nos demuestra que el mundo de la religión no tenemos que dejarlo a los conservadores y a los poderes políticos, que lo usan como les viene en gana.

No hemos descubierto la luna, porque en realidad las propias europeas han tenido que reivindicar desde su condición y su cultura el fin de la discviminaci6n, de la interpretación machista. Quiero decir que este combate existe en el mundo árabe, tiene su repercusión aquí, porque somos árabes y estamos trabajando aquí, hablando con nuestras compañeras. Creo que una cosa importante es no cortar la relación entre las mujeres que viven aquí y las que están en el Magreb, de modo que esta evolución que tenemos nosotras, la vivamos juntas.

Pero también creo que hay un grave problema. A pesar de la Ley de Derechos Civiles que se aplica a las mujeres en el Magreb, la situación de inmigración no permite a las mujeres acceder al mínimo de derechos que tienen en su legislación de origen. Por ejemplo, el matrimonio forzado no es legal en Argelia desde el 84, ni en Marruecos desde el 92. Se necesita absolutamente el consentimiento de la mujer para casarse. Aquí, esa prohibición se la saltan, porque llevan a la niña fuera o van a la mezquita, la casan y después se llevan el papel de los testigos y del imán al consulado marroquí y hacen una especie de legalización de esa boda.

En nuestros propios países esas bodas no tienen legalidad, por ello digo que hay que preocuparse realmente y difundir entre las mujeres marroquíes y argelinas el mínimo de derechos que tienen, han de saberlos. Creo que se puede tomar conciencia de ello, de la dinámica de las cosas, y más que nada quizá por parte de la sociedad en la cual vivimos, salir de la indiferencia, y al mismo tiempo no transformar cada caso de violación de los derechos de las mujeres, en nombre de la condición musulmana o de las leyes de nuestros países, en una guerra de civilizaciones.

Los medios de comunicación hacen un trabajo racista, es algo increíble. Cada vez que una niña de 18 o 16 años tiene un problema con su padre, parece que estamos haciendo una guerra civil. Ahí hay personas concretas, y creo que si miramos las cosas desde este prisma, podemos dar pasos. Por supuesto, la solución está en esos países, pero también aquí, en el sentido de que hay que proteger a las mujeres de abusos y de violencias. Hay mucha violencia doméstica en la inmigración marroquí. Creo que son problemas sobre los que hemos de reflexionar. Yo no tengo recetas, es un problema complejo y sé además que no existe a nivel europeo un marco legal para garantizar la igualdad de derechos entre las autóctonas y las inmigrantes, por lo que son pasos sobre los que tenemos que reflexionar.

Otra cosa que aquí se practica a través de los consulados es en cuanto a las madres solteras. Aquí los consulados, cuando una mujer marroquí da su nombre a su niño, le exigen una autorización del padre o del abuelo, lo piden de palabra, porque esto no está en la ley. Es un texto reglamentario que usan. Las mujeres marroquíes no saben que no es legal, pero el resultado es que hay muchos niños marroquíes que se acogen a la condición de apátridas y aquí sí que la legislación española puede intervenir inmediatamente, porque en el Código Civil se prevé que un niño nacido de un padre del que no se conoce la nacionalidad es un niño al que se le da la nacionalidad española. Son nuevos pasos que hacemos y tenemos que discutirlo, pero sin pasión.