Prohibición de las importaciones

Una opción más directa es prohibir la importación de productos hechos con mano de obra infantil. En este sentido, en el Congreso de EUA se ha discutido el llamado Harkin Bill (Chid Labor Deferrence Act), que además propone aportar 10 millones de dólares a programas de la OIT para erradicar el trabajo infantil. El coordinador de la Child Labor Coalition opina que “si no se aprueba el Harkin Bill lo mejor que podemos esperar es un enfoque lento para recortar la importación de bienes hechos por niños explotados, y los consumidores que quieren comprar productos libres de trabajo infantil se verán frustrados.”
Pero esta iniciativa ha generado bastante controversia. Gobiernos y algunas ONGs del Sur la han denunciado como una forma de proteccionismo que puede penalizar injustamente países pobres. Varios activistas no gubernamentales arguyen que una prohibición repentina de la importación de productos hechos con mano de obra infantil sacaría a los niños de sus trabajos actuales para ir a parar a entornos laborales aún más brutales. Esta opinión está soportada por la experiencia de la industria textil de Bangladesh, que en 1993, temiendo que se pudiera aprobar la Harkin Bill, despidió unos 50.000 niños trabajadores (unos 2 tercios del total); según la UNICEF, muchos de estos niños acabaron en trabajos machacadores y robando en las calles.
El caso de Bangladesh también ilustra el poder y efectividad de una prohibición de importaciones. La mera posibilidad de que se aprobara la Harkin Bill centró la atención de la industria y de todo el país en la cuestión del trabajo infantil. En julio de 1995 la Asociación Bengalí de Fabricantes y Exportadores de Textil, la UNICEF y la OIT llegaron a un acuerdo para sacar a todos los niños de sus puestos de trabajo y ponerlos en programas educacionales.
Aunque la Harkin Bill fuera aprobada por el Congreso de EUA, hay un impedimento para su implementación, porque incumple las normas de la OIT puesto que condiciona las importaciones al proceso por el que se fabrican los productos importados: los países afectados lo podría cuestionar por ser una barrera no arancelaria. EUA debería entonces pagar sanciones equivalentes a las ventas perdidas por culpa de la prohibición, o bien abandonar la OIT.
Un enfoque global para la abolición del trabajo infantil requerirá no sólo la intervención de los consumidores y gobiernos de los países industrializados, sino también fuertes compromisos políticos por parte de los gobiernos del Sur. Está por ver si serán capaces de aceptar estos compromisos en una era en la que las presiones de la globalización están favoreciendo las condiciones que llevan al trabajo infantil.