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La Nike es la mayor sociedad del mundo de calzado deportivo. Fundada en 1964 por Philip Knight, estudiante de periodismo en la universidad de Oregón, hoy controla el 31% del mercado estadounidense y en Europa ha conquistado ya una persona entre cada veinte (D. Jones Yang, O'Neak, R. Neef, Can Nike just do it?, «Internacional Business Week», 25.4.1994).
El cuartel general de la Nike se encuentra en Behaverton (Oregón), en una serie de palacetes bajos, cada uno de los cuales lleva el nombre de celebridades deportivas como Michael Jordan, Joan Benoit, John TYlcLnroe, Alberto Salazar y otros que han significado un papel publicitario fundamental para llevar a la Nike hacia el éxito. Desde este complejo. circundado por cerezos japoneses que valen un millón de dólares, los funcionarios de la citada firma dirigen la red productiva extendida por todo el mundo. Pero en realidad la Nike no produce nada propiamente. Ella diseña el calzado, hace que otros lo produzcan, y otros lo vendan. En conclusión, de un total de 84.000 personas que trabajan para la Nike, sólo 9.000 son sus dependientes directos, mientras todos los demás dependen de los mencionados concesionarios.
Prácticamente toda la producción de la Nike se realiza en Asia. Hasta la mitad de los anos 80 la mayor parte de SIL calzado era producido en Corea del Sur. En el 1988, por ejemplo, el 68% de todo el calzado deportivo Nike provenía de este país, mientras que el resto era producido en Taiwán y en Hong Kong. Pero en el 1992 encontramos que la cuota de Corea del Sur descendió al 42%. Por el contrario han aumentado la de China, Indonesia y Thailandia, que globalmente ha pasado del 10 al 44% (Soino, Rapport sur la Nike, Amsterdam 1994).
La razón de esta variación está en los salarios. A pesar de veinte anos de industrialización vividos en la represión. los obreros surcoreanos han logrado organizar y obtener notables aumentos salariales. Por ejemplo, en el sector del calzado, hoy el salario es de 1.300.000 liras al mes, once veces más alto que el percibido en el 1971. Por el contrario en los países asiáticos meridionales a los trabajadores del mismo sector se les pagan salarios más de 20 veces más bajos (190.000 liras en Thailandia, 110.000 liras en Indonesia, 95.000 liras en China, 65.000 liras en Vietnam) (Committee of Asian Women, The Reality and Struggle of Shoe-Making Laboureers in Korea, 16.9.1993. Informe manuscrito).


Multinacionales para los trabajos sucios

Las conquistas obtenidas por los trabajadores de Corea del Sur y de Taiwán no les han resultado gratas a las multinacionales. que súbitamente han comenzado a buscar otros países a los cuales transferir la pro-ducción. Naturalmente. países con salarios más bajos había muchos, pero el problema era que en ellos no existían firmas sólidas a las que conceder cesiones de la producción. La solución ha llegado de las mismas sociedades surcoreanas. de Taiwán y de Hong Kong que ya eran concesionarias. A ellas no les importa nada permanecer en 5115 países de origen y continuar recibiendo las concesiones de las multinacionales, estando dispuestas a abrir nuevos puntos productivos donde la mano de obra cueste menos.
Así, las sociedades de Corea del Sur. de Taiwán y de Hong Kong se han transformado a su vez en multi-nacionales que invierten sobre todo en los países del Sur del mundo. Entre ellas se lía producido una especie de reparto geográfico. Las sociedades de Hong Kong. por ejemplo, invierten firmemente en China, las de Taiwán en Vietnam, las de Corea del Sur en Indonesia v en América Central.
Algunos lían definido estas sociedades como «multinacionales en la sombra», porque raramente entran en contacto con los consumidores.
Otros las definen como «multinacionales sicarias» porque desarrollan los trabajos «sucios» en lugar de las multinacionales comerciales que no quieren comprometer su imagen con métodos productivos desagrada-bles a los consumidores. En efecto, las sociedades del Extremo Oriente parecen no tener ningún escrúpulo en maltratar a los trabajadores y al ambiente. Viven a la búsqueda desenfrenada de ganancias y su desprecio por los trabajadores está demostrado no sólo por su absoluto desprecio de las medidas de seguridad, sino también por los métodos brutales con que trata a las plantillas de obreros. En Guatemala, en la fábrica textil surcoreana denominada Yucasan, para ir al baño las chicas necesitan obtener un permiso que a veces se concede sólo a cambio de favores sexuales. Muchas mujeres son golpeadas y violentadas. Quien intente organizarse sindicalmente es despedido de forma fulminante (P. Donovan, Multinacional Manipulation, "New Internationalist", 23/5/92).
Las empresas surcoreanas han descubierto Guatemala hace poco. Desde una decena de años, sin embargo, vienen invirtiendo cada vez más en Indonesia. Desde hace 30 años, bajo el poder general de Suharto, este país representa el paraíso de los patronos y el infierno de los trabajadores, porque aquí está prohibido organizarse en sindicatos libres, hacer huelga, y los salarios mínimos están fijados muy por debajo del umbral de la pobreza.
La Nike ayuda a sus firmas de Corea del Sur a trasladarse a Indonesia y a sus industrias asentadas en el país, cuatro de las cuales son propiedad de las mismas sociedades que producía para ella en Corea del Sur (Son: Pitti Sung HWA Dunia (7.100 trabajadores), Pitti Tae HWA Indonesia (3.500 trabajadores), Pitti Taharama Abadi Industry (3.000 trabajadores), Pitti Nagasakti Parama Shoes Industry (4.627 trabajadores).
Enni, un trabajador de la Nagasakti Parama Shoes, ha dicho a Adam Schwartz, un cronista del Far East Economic Revue, que los trabajadores se hallan aterrorizados por los dirigentes surcoreanos: "Gritan si no logramos obtener la producción prevista, y si hablamos nos rebajan la paga." (R. Barnet, J. Cavanagh, Global Dreams,. Imperial Corporation and the New World Order, New York 1994).


Bienvenidos a la realidad productiva de la Nike

Tri Migiyanti es una muchacha indonesia empleada en la untura del pegamento en las suelas que pasan delante de ella en una cinta transportadora. Poco más adelante otras compañeras trabajan en las hormas, en las prensas y en las máquinas de coser.
El aire está saturado de exhalaciones emanadas de los barnices y de los pegamentos. La temperatura es de unos 40 grados centígrados. Después de diez minutos de permanencia en este ambiente se padece un terrible dolor de cabeza, mientras los ojos y la nariz comienzan a escocer.
Estamos en Yakarta, en la fábrica de la Hardaya Aneka Shoes Industry, más conocida como HASI. Ella emplea a 6.700 obreros que producen cada hora 2.000 pares de calzados Nike. Por cada par de zapatos del modelo Air Pegasus la HASI recibe 26.400 liras, pero la Nike lo revende a los mayoristas por 56.000 liras. En las tiendas, el mismo par de zapatos se venden por 112.000 liras. Sin embargo Tri Mugiyanti recibe sólo 350 liras por hora y, para comprarse un par de zapatos que ella contribuye a producir, necesitaría siete semanas de trabajo (N.Baker, Indonesians "just do it", "San Francisco Examiner", 30/08/1994).
La mayor parte de los obreros que trabajan en las fábricas indonesias concesionarias de la Nike son muchachas de dieciséis años que han sido reclutadas en sus villorrios por agentes particulares. Ellos logran encontrar tantas jóvenes dispuestas a venir a la ciudad porque en los campos existen pocas posibilidades de supervivencia. Esto, sin embargo, no depende de la incapacidad de los campesinos para cultivar la tierra, o de los cultivadores destruidos por la adversidad climática. Su miseria depende del hecho de que los campesinos no han accedido a las tierras porque éstas se encuentran concentradas en las manos de pocos terratenientes. En Indonesia casi toda la estructura productiva del país, incluida la tierra, está concentrada en las manos de 17 familias.
En los campos, naturalmente, existen muchos chicos desocupados, pero los agentes prefieren las muchachas porque son más mansas, más violentables y más chantajeables.
Llevadas a la ciudad, son alojadas en barracas que, según las circunstancias, son de propiedad de las fábricas mismas o de otros empresarios de albañilería. Naturalmente el apelativo "empresarios de albañilería" es sólo un modo de hablar, porque las barracas son construcciones de leña con techo de chapa, que miden poco más de tres metros por tres y albergan a seis chicas que duermen directamente sobre el suelo. Por este albergue paga cada una de ellas 20.000 rupias al mes.
Naturalmente no existe baño y la cocina está situada en un ángulo. Por lo demás, la comida del medio día corre a cargo de la firma y la retención del sueldo por este título, unida a la del transporte desde el albergue a la fábrica, merma mucho la ya magra paga recibida.


Explotación que pretende parecer eficiencia.

Para los trabajadores indonesios es muy fácil hacer valer los propios derechos. La alta tasa de desocupación, la prohibición de hacer huelga, la represión de los militares y la imposibilidad de organizarse en sindicatos independientes dejan a los trabajadores a la merced total de los patronos. En conclusión, el único derecho al que los trabajadores pueden acogerse es al salario mínimo establecido por el gobierno.
Hasta el 31 de diciembre de 1993 el salario mínimo estaba fijado en 2.600 rupias. Luego el gobierno decidió que debía ser revisado y ha establecido que por siete horas de trabajo un obrero tiene derecho a ganar 3.800 rupias. Pero habría que saber con qué criterio ha fijado el gobierno este salario, porque apenas cubre el 70% de las necesidades mínimas de cada trabajador. Referido a una familia de cuatro personas, apenas alcanza el 25-30% de las necesidades. Por lo demás, con 3.800 rupias sólo se logran comprar tres kilos de arroz de buena calidad y cinco de mala calidad.
En conclusión, si un obrero quiere ganar lo suficiente como para hacer frente a sus gastos personales y poder mandar algún ahorro a casa no tiene otra elección que la de hacer un trabajo extraordinario. En efecto, en las fábricas indonesias se trabaja normalmente de 10 a 12 horas por día durante un total de unas 270 horas al mes. De este modo el salario mensual es de 115.000 rupias.
Aunque en Indonesia el salario mínimo se encuentre fijado en un nivel tan bajo, está demostrado que sólo el 25% de las empresas lo respetan. En un informe ordinario del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos se afirma que entre las fábricas que no respetan el salario mínimo se encuentra también la Nikomas, que trabaja para la Nike (J.Ballinger, Goods Produced for Export to the United States Using Child Labor in Indonesia, informe manuscrito al U.S. Department of Labor, s.l. 1994). En el informe se demuestra, documentos en mano, que en esta fábrica se continúa pagando el viejo salario mínimo correspondiente a 2.600 rupias. Por lo demás, el mismo Ministerio de Trabajo indonesio ha tenido que pedir públicamente a las empresas que paguen el salario mínimo y ha debido amonestar a un grupo de inversores extranjeros a que se adecuen a los niveles salariales y normativos prescritos por el gobierno indonesio (U.S. Department of State, Report to the Committee on Foreign Relations and to the Committee on Foreign Affairs, Washington 1993. En J.Ballinger, op.cit.).
La obsesión de la Nike por la calidad, por los bajos costes y por la alta velocidad de producción ha hecho posible que venza en la competencia y que aumente notablemente sus ganancias. En el 1991-92 sus ventas alcanzaron la cifra de 3.500 millones de dólares, el 13% más que el año anterior. Las ganancias han sido de 329 millones de dólares, o sea, el 15% más respecto del año anterior. La Nike aspira a alcanzar una facturación de 6.000 millones de dólares en el 1995-96 ("Far Eastern Economic Review", enero de 1993. En Ballinger, op.cit.).
La Nike está orgullosa de sus resultados, que atribuye a su eficiente capacidad de gestión. Pero lo que la Nike define como eficiencia es sólo explotación del trabajo: no por casualidad en un par de zapatillas Nike el trabajo incide sólo en el 0,2%. Por el contrario la publicidad incide en el 10% (A.S. Boisgallais, M.Cozette, Nike: L'Eloge de la Loi de la Jungle, "Alternative Economique", n. 110, 1993).
La Nike sabe que sus negocios dependen de su capacidad de ganar para sí a los consumidores del Norte frente a sus competidores, y por eso en el 1993 ha gastado casi 90 millones de dólares en publicidad (Somo, op.cit.). Sólo al campeón deportivo Michael Jordan les han correspondido 20 millones de dólares, una suma superior al total de los salarios pagados en un año a todas las trabajadoras indonesias que producen calzado para la Nike (J.Barnet, J.Cavanagh, op.cit.).
Por lo demás está demostrado que bastaría con el 15% de cuanto la Nike gasta en publicidad para doblar la paga de sus trabajadores indonesios, lo que serviría para hacerles así salir de la pobreza absoluta (cálculos realizados teniendo en cuenta que el salario mínimo de un trabajador indonesio es de '75 dólares al día; que los trabajadores indonesios empleados en las firmas concesionarias de la "'1ike en el 992 eran 27.000; y que en el 1993 la Nike gastó en publicidad 89,6 millones de dólares).


Trabajo del menor también las fábricas concesionarias de la Nike

En una situación de tanto atropello es evidente que también se ve afectado el trabajo infantil. Según una investigación realizada en 992 por la universidad de Yakarta «Atina Jaya», en Indonesia los niños traba-jadores son dos millones y medio. El 10% de ellos están empleados en la industria manufacturera y se encuentran un poco en todas las fábricas, sea en las que producen para el mercado local, sea en las que trabajan para el exterior.
Verdaderamente, en Indonesia el trabajo infantil está legalizado. A pesar de ello no sabemos con precisión cuántos son los niños que trabajan, porque las empresas prefieren no declararlo, contra lo que prescribe la ley. En caso de control ellas obligan a los niños menores de 14 años a declarar que tienen más, con lo cual la prohibición de hacer trabajar a los niños mas de cuatro horas al día, de no hacerles trabajar de noche, de no destinarlos a trabajos peligrosos, y otras reglas más impuestas por la ley, son letra muerta.
De la investigación citada resulta que el 70% de los niños ocupados en la industria trabaja más de 45 horas semanales, a excepción del área de Yakarta donde el 66% de los niños trabaja más de 60 horas semana les. En definitiva, en esta zona el horario medio de los niños es de casi 10 horas diarias.
En cuanto a los salarios. la media es de 8.000 rupias semanales, equivalente al 38% del salario previsto para los adultos: «Sólo haciendo horas extraordinarias, trabajando hasta las diez de la noche, llego a ganar 14.000 rupias semanales», dice lyah, que trabaja en una fábrica de bizcochos de Tangerang.
lyah, que tiene 12 años. ha comenzado a trabajar hace 14 meses. Sus padres viven lejos, en el villorrio de Chomas en el Sewrang, y aquí en Yakarta vive con cuatro amiguetes de la misma edad en una barraca de tres metros por tres, alquilada. Cada día Iyah abandona la barraca a las siete de la mañana y vuelve a las siete de la tarde: «Es que ahora tenemos mucho trabajo que hacer, y debo trabajar hasta las diez de la noche», dice con una expresión cansada».
De todos modos la situación de lyah es mejor que la de Jumerna, que trabaja en una fábrica de zapatos. Aunque labora cerca de diez horas al día, esta niña recibe sólo 9.750 rupias a la semana: «Si no llegamos puntuales al trabajo nos castigan quitándonos la paga de todo el día», se lamenta Jumerna (Kompas, The Cornered: Child Workers, 21/7/1991, en J. Ballinger, op. cit.)
Además de trabajar muchas horas diarias por una paga ridícula, los niños también están destinados a trabajos peligrosos. Según un estudio conducido por KOMPAK, asociación para los derechos de los menores, el 22% de los niños habita en casas peligrosas, sin ningún tipo de protección. En Yakarta hay una fábrica química con 8.000 dependientes. 600 de los eriales son adolescentes entre los doce y los dieciséis años. Muchos de ellos están destinados a llenar bombonas y presentan graves problemas pulmonares porque están siempre en contacto con emanaciones y polvos tóxicos. La fábrica se llama A.T. Sinar Plata y pertenece a una firma alemana. Entre sus productos está también el «Baygon» (Factory Children in Indonesia, «Child Workers of Asía», vol. 9 u. 2, abril de 1993).
Un informe del sindicato americano AFLCIO del 1991 denuncia la presencia de niños también en las fábricas que producen para la Nike. Son la THI, la HASI y la PAl. En el informe se especifica que en la PAl los niños de doce años están empleados en el departamento de encoladuras, y que en la ASI algunas niñas de 14 años trabajan en el departamento de costura durante 50 horas a la semana. Por norma el salario es un 40% más bajo que el de los adultos (AAFLl/lndonesia. Sports Shoes lndusdry in Indonesia, 23/9/1991, citado en Sorno op. cit.).


Extraído del libro Sobre la piel de los niños. Su explotación y nuestras compIicidades, (Centro Nuevo Modelo de Desarrollo. Acción Cultural Cristiana, núm. 24, Madrid, 1995.


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