Eduardo Galeano
Yugoslavia: fe de erratas
Donde dice: Misión humanitaria, debe decir: Misión publicitaria. ``La próxima guerra mundial se hará con piedras'', había anunciado Albert Einstein, pero a la vista está: no es exactamente con piedras que se ejecutan sus ensayos. Esta interminable misión humanitaria contra Yugoslavia está dejando sin misiles a las potencias occidentales. Las empresas consagradas a la industria más próspera del mundo están fabricando nuevos misiles, a todo vapor, para abastecer al Pentágono y a sus socios del otro lado del mar. Lo mismo había ocurrido, antes, en el caso del Irak. La demanda de misiles agotaba los stocks de la industria bélica y de las fábricas de juguetes. A fines del año pasado, en mi ciudad, Montevideo, el misil era uno de los juguetes más solicitados por los niños como regalo de Navidad.
En abril de este año, las armas utilizadas contra Yugoslavia han sido las más exitosas en la gran feria bélica abierta en Río de Janeiro. En este gran supermercado de la muerte, el Latín American Defentech, los clientes regionales se derritieron ante las maravillas venidas de los centros de la civilización. Las llamadas bombas inteligentes, que bastante burras parecen, y los aviones de combate fueron las estrellas de la fiesta. Las armas que están actuando para la tele desde el cielo de los Balcanes fueron admiradas en los stands de Boeing, Daimler-Chrysler, Lockhedd, Dassault, Royal Ordnance, British Aerospace y otros benefactores de la humanidad angustiados por la tiranía de Slobodan Milosevic.
Donde dice: Daños colaterales, debe decir: Beneficios colaterales. Boeing, Daimler-Chrysler, General Motors, Ford, IMB, Motorola, Microsoft, Seagram y Sony financiaron la reciente reunión cumbre de la OTAN en Washington. Además de pagar unos cuantos millones de dólares contantes y sonantes, proporcionaron vehículos, computadoras, equipos de sonido y todo lo necesario para que los altos dignatarios pudieran llegar a su conclusión más importante: esta guerra, primera ofensiva conjunta y en gran escala que la OTAN emprende, servirá de modelo para las acciones futuras. Lo que traducido significa: hay que armarse para las guerras que vienen. Y la orden vale tanto para los bombardeadores como para todos los posibles bombardeados.
Los muertos civiles matados o por matar, que ahora se llaman daños colaterales, sabrán comprender. Ya el presidente Clinton había tenido la paciencia de explicar, en vísperas de esta guerra, de qué se trata este asunto de Kosovo: la estabilidad internacional es imprescindible ``para desarrollar más fuertes relaciones económicas y nuestras posibilidades de vender en el mundo entero''. Ser policía del mundo rinde dinero, aunque cuesta caro: un solo portaviones, el portaviones Eisenhower, con todas las armas que lleva encima, tiene un precio mayor que la suma de todos los presupuesto militares de Iraq, Irán, Siria, Libia, Corea del Norte y Cuba. En el presupuesto proyectado por Clinton para el año próximo, los fondos militares son ocho veces mayores que los de educación, nueve veces mayores que los de salud y 11 veces mayores que los de justicia.
Donde dice: Imperativo moral, debe decir: Impunidad del poder. Los bombardeos contra Irak no han cesado, faltaba más, pero ahora Milosevic ha desplazado a Saddam Hussein en el papel estelar del malo de la película. Al elegir a Milosevic como nuevo Satán, la OTAN le otorga razón de ser al frente de la resistencia nacional, mientras Milosevic otorga razón de ser a la OTAN, que como toda organización militar necesita un enemigo. ``La cara del mal'' es la cara de este demonio serbio en la tapa del semanario Newsweek, en su edición del 19 de abril.
Ese mismo día, el semanario Time, que califica a Milosovic como ``el verdugo de Kosovo'', publica un mapa de conflictos étnicos, con un dato involuntariamente revelador: la represión contra los albaneses en Kosovo ha dejado un saldo de 2 mil muertos, pero la represión contra los kurdos en Turquía ha costado, en estos últimos años, casi 20 veces más vidas humanas. Clinton declara, también el mismo día: ``Actuar contra la limpieza étnica es un imperativo moral''. ¿Hasta dónde llega el imperativo moral? ¿Será Turquía, país miembro de la OTAN, bombardeada por la OTAN? Mientras siga comprando armas estadunidenses, Turquía no corre peligro.
``Actuamos contra Milosovic, y sólo contra Milosovic'', dicen y repiten los bombardeadores. Pero las víctimas de los bombardeos están siendo los albaneses étnicos de Kosovo en cuyo nombre se rea-lizan, infinitas caravanas de refugiados que huyen de las bombas tanto como huyen de las tropas serbias, y el pueblo de Yugoslavia, que sin comerla ni beberla está pagando con vidas y bienes los platos rotos. La versión de los bombardeadores brilla por su ausencia en la televisión y rara vez aparece en los demás medios. El mundo libre se ha tomado la libertad de aniquilar las estaciones de radio y televisión de Belgrado, con unos cuantos periodistas adentro, para que nadie incurra en el libertinaje de conocer la opinión ni la información del enemigo.
Donde dice: Errores, debe decir: Horrores. Inglaterra fue, otrora, reina de los mares. Estados Unidos es, hoy por hoy, rey de los cielos. Los países europeos, casi todos gobernados por políticos que dicen ser socialistas, forman su vasta corte en esta guerra. Las grandes potencias militares y tecnológicas del planeta están reduciendo a cenizas, impunemente, a un país que tiene armas antiaéreas más bien prehistórica.
Día tras día, se van multiplicando las víctimas civiles. ``En el combate, no hay lugar para los planteamientos éticos'', explica un piloto, por televisión, durante la incesante pasarela de los modelos bélicos. ``Los errores forman parte de las guerras'', comprueba un portavoz de la OTAN. Errores se llaman los horrores que la impunidad del poder comete. Las bombas inteligentes atacan por computadora y tienen un coeficiente intelectual tan alto que confunden a los refugiados albaneses con los militares serbios, a los hospitales con los cuarteles, a los omnibuses con los puentes y a Bulgaria con Yugoslavia. Nadie está a salvo de tanta inteligencia: yo vivo a 15 mil kilómetros del teatro de operaciones, pero cada anochecer, por las dudas, subo a la azotea de mi casa, investigo el cielo y me persigno.
Donde dice: Imperio de la ley, debe decir: Imperio. Esta guerra se está realizando sin el visto bueno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en abierta violación de todas las normas internacionales, pero sus autores dicen que hacen lo que hacen en nombre del imperio de la ley. El imperio de la ley se arrodilla ante el imperio, y el imperio practica, como siempre, la ley del más fuerte, que es la única ley en la que de veras cree. Los dueños del mundo ejercen la delincuencia, y así la recomiendan en escala universal. Predican con el ejemplo.
Ya esta guerra llevaba casi un mes, cuando ocurrió la tragedia del colegio de Denver, Colorado. El vicepresidente Al Gore pronunció un discurso en el entierro de los 12 estudiantes y un profesor acribillados a tiros por un par de muchachos enloquecidos.
Gore dedicó su discurso a hablar contra la cultura de la violencia, pero no anunció que Estados Unidos dejará de fabricarla. El país más envidiado y el más imitado del planeta es el que más violencia produce y consume: vende la mitad de las armas que el mundo compra y vende casi toda la sangre que chorrea por las pantallas de los cines, los televisores y las computadoras. Cultura de la violencia: sus habitantes tienen 230 millones de armas de fuego, lo que da casi un promedio de un arma por ciudadano, excluyendo a los bebés.
En esos días, el presidente Clinton dijo que la televisión, el cine y los videogames eran los principales responsables de la matanza de Denver. Y ante la frecuencia con que ocurren carnicerías en las escuelas y los colegios estadunidenses, un grupo de psiquiatras aconsejó a los padres que instruyan a sus hijos sobre la diferencia entre ficción y realidad. Hasta ahora, que se sepa, no ha habido padre capaz de semejante proeza.