José Angel Lozoya Gómez
La identidad, entendida como un modo personal de identificarnos y diferenciarnos
de los y las demás, es un concepto teórico que puede ayudar a
conocernos, pero cuando hablamos de identidad masculina nos estamos refiriendo
inevitablemente al concepto de identidad de genero, es decir, a las características
adjudicadas a la masculinidad, en un momento histórico, o geográfico,
y en un contexto cultural y social determinado.
Lo masculino no es ninguna esencia, el hombre nace y el varón se hace. Las características que solemos identificar como masculinas no son innatas, sino consecuencia de un proceso de socialización que pretende relaciones de dominación entre los sexos. La identidad o mejor dicho, la condición masculina es por tanto un producto social, un resultado que podemos modificar en uso de nuestra libertad, si deseamos una sociedad en la que ningún sexo oprima al otro.
Las diferencias biológicas entre la mujer y el hombre son naturales y no modificables, y aunque no las conozcamos en toda su extensión, porque serian necesarias unas condiciones de libertad inexistentes para que pudieran expresarse, los trabajos de John Money y Anke Ehrhardt demostraron que del mismo sustrato biológico, se pueden producir diferencias muy marcadas en lo qué respecta a la masculinidad y la feminidad, a partir de etiquetar a un niño como chico o chica y educarlo en consecuencia. Al menos desde entonces parece haber consenso en que las diferencias observables entre mujeres y hombres se deben fundamentalmente a la socialización, que es la encargada de fomentar o reprimir las actitudes e intereses que se considera adecuados a cada sexo.
No conozco ningún defecto o virtud, de comportamiento o carácter, que lo sea solo en un sexo. Tampoco sé de ni ninguna corriente de pensamiento, que al defender la existencia de diferencias no resalte estas y minimice las semejanzas, y como consecuencia vea la necesidad de educar de forma diferente a niñas y niños, enfrentándonos a la tendencia de las dicotomías a la jerarquización, es decir, al peligro de reproducir relaciones de poder entre los sexos.
COMO SE CONSTRUYE LA SUBJETIVIDAD DEL GENERO MASCULINO.(Apuntes inconclusos).
Los hombres son una parte de la humanidad pero han venido presentándose como modelo de toda ella, evitando de esta forma la necesidad de que ellos o su poder se vean cuestionados. Esta situación explica porqué para muchos, ser hombre sea ser importante, y para todos suponga privilegios, aunque estar a la altura de las circunstancias conlleve unos costes personales y sociales tan grandes que obliguen a cuestionar si merecen la pena.
La importancia del sexo desde antes del nacimiento es patente en muchas culturas (china, India,...) y en los deseos de no pocos padres y madres. Cuando se interroga a alguien sobre si prefiere niño o niña, además, se le está preguntando implícitamente, por la disposición a asumir las diferencias que implica convivir con y criar a una u otra persona: cosas que habrá que reforzar, problemas que habrá que prevenir, etc.
En cuanto nacemos, o la ecografía permite conocer el sexo del feto, la familia empieza a hacer proyectos y dar pasos que tengan en cuenta esta circunstancia, que determina el nombre y condiciona casi todo lo que tenga que ver con él: la ropa, los colores, los juguetes, etc.
Desde que nace se trata de fomentarle unos comportamientos y reprimirle otros, al tiempo que se le transmiten ciertas convicciones de lo que significa ser varón. Esto es así incluso en el caso de los hijos de madres feministas y padres por la igualdad, porque el propósito de educar un niño no sexista, obliga a reforzar valores poco frecuentes entre sus iguales e inculcar una actitud critica frente a las manifestaciones más censurables del modelo masculino tradicional, que inevitablemente le llegaran en forma de exigencias a través de múltiples canales: la familia, la escuela, la televisión, sus iguales, etc.
El proceso de construcción de la subjetividad masculinidad se prolonga a lo largo de toda la vida (no termina nunca,) e intenta reducir las diferencias potenciales entre los hombres para ajustarlos a un modelo preexistente, que trata de aumentar las diferencias que podrían tener con las mujeres, a las que se unifica en torno a otro modelo. Aunque no se consigue evitar diferencias entre los hombres, ni el parecido de muchos a bastantes mujeres, la sociedad actúa como si lo hubiese conseguido.
El problema no reside en decirle a un niño que es biológicamente diferente de una niña, el conflicto radica en como hacerle ver, a pesar de lo que escucha y observa, que no tienen porque ser socialmente desiguales, ni son justas la cantidad de implicaciones que los roles tienen en el plano de los derechos y las obligaciones.
Se percibe que ser hombre es SER IMPORTANTE, porque al menos se es ante la pareja y la descendencia. Pero sobre todo llama la atención que "todos" tengamos sensación de transcendencia, como si estuviéramos en este mundo para cumplir una misión, no se sabe cual, que depende de nosotros y para la que debemos preservar el grado de autonomía necesario, sensación que contribuye a reforzar el temor a perdernos en la relación de pareja.
El AISLAMIENTO es otra de las claves de la educación masculina. Es una característica típica del poder y por tanto de los grupos que lo ejercen, que dicen sentirse incomprendidos y poco considerados para evitar atender a las criticas e intentar conservar el poder. Pero en el caso de los hombres, este recurso tiene como contrapartida hacer mas dolorosa cualquier angustia por el hecho de no poder compartirla. Todos -y todas- sabemos lo que alivia, el solo hecho de contar un problema. Pero es frecuente en los hombres, la sensación de no poder o no saber compartir: "los problemas gordos me los trago solo".
Educados para COMPETIR y triunfar se les presenta la confianza como peligrosa, (somos esclavos de lo qué decimos y dueños de lo que callamos). No es recomendable comentar las propias dudas sobre algo que pensamos hacer o defender a nuestros rivales (en el trabajo, la política,...) por que lo pueden usar para vencernos.
El VALOR se nos supone al tiempo que se nos exige reiteradamente demostrarlo.
Hay quien dice que ocultamos
los SENTIMIENTOS y puede que algunos lo hagan para
evitar comprometerse, pero mas bien parece que a fuerza de negarlos, de no reconocerlos
ni expresarlos, como todo lo que no se utiliza se atrofian y acaban siendo como
bonsáis, tan graciosos como pequeños
Los niños nacen con capacidad para expresar sus emociones pero se les
socializa fuera de ellas o se les enseña a expresar la ternura a través
de la rudeza, (apretones de mano, palmadas en la espalda, exigencia,...).
Nos dijeron que los hombres no lloran y aprendimos a controlar las lagrimas (y el resto de los sentimientos) para lograr el reconocimiento, hasta el punto de pedir excusas cuando no lo conseguimos (perdón no pude controlarme,) aunque luego y en determinadas circunstancias, te echen en cara que no sepas hacerlo. Los privilegios cuestan caros y en el campo de los sentimientos, todo lo que ganamos en poder lo pagamos en represión emocional.
Hace poco discutíamos en el grupo de hombres de Sevilla, si nos parecíamos mas a caballeros dentro de una armadura oxidada, que nos impedía contactar emocionalmente con los y las demás o a Pinocho, un muñeco de madera luchando por humanizarse, al que le crece la nariz con cada mentira.
Orientados hacia una META que dé forma y sentido a sus esfuerzos. Los hombres son entrenados entre la exhortación y la humillación (ganador o perdedor) buscando que sean competitivos, controlados e independientes.
La necesidad de una meta les acompaña siempre, por eso se dice que padecen el síndrome de Ulises, el héroe mitológico que se pasó la vida intentando llegar a Itaca sin darse cuenta que la vida era el camino. Recuerdo una entrevista al primer astronauta hijo de españoles (Michael López Díaz Alegría,) cuando le preguntaron cual era su meta después de conseguir aquella por la que tanto había luchado, ser astronauta, se hizo un silencio tenso, hasta que encontró la respuesta, "buscar otra meta". En las relaciones de pareja no es extraño que cuando ella dice sí, empiecen los problemas, si no hay otra meta el interés del hombre decrece y con él, el deseo.
Diversos autores coinciden en señalar que la identidad masculina se construye por oposición, por un proceso de diferenciación de lo femenino, más que como resultado de un proceso de identificación con otros hombres. Ser hombre es no ser mujer ni homosexual (al que se imagina como afeminado).Es mas frecuente que se diga a los niños que eso es cosa de niñas, que eso no es cosa de hombres.
La identidad de género no determina LA ORIENTACIÓN DEL DESEO SEXUAL, ni la homosexualidad tiene porque significar que la identidad de género no esté perfectamente asumida e interiorizada. Pero es curioso como muchos padres y madres que piensan que la orientación del deseo es de origen biológico, sospechando que de todas formas la educación es muy importante, tratan de prevenir una posible homosexualidad a través de una educación muy masculina, llegando a condicionar el contacto afectivo corporal, sobre todo, entre el padre y el hijo, abundando los padres y madres que tratan a sus hijos con más brusquedad, o los acarician y miman menos que a sus hijas.
Sobre un tema tan de moda como la IMPORTANCIA DEL PADRE, Corsi nos recuerda que desde el campo de la psicología evolutiva, se tiende a analizar casi exclusivamente el vinculo materno filial, ignorando casi por completo la figura del padre, a quien le adjudican un papel regulador en momentos posteriores. Como el vinculo primario del varón es con su madre, el proceso de construcción de la identidad masculina pasaría por el eje de separación-diferenciación, de modo que para llegar a ser varón en un mundo androcentrico y homofobico tendrá que reprimir las identificaciones femeninas y demostrar que él no es una mujer ni un homosexual.
Uno de los temas más discutidos, últimamente, es la importancia de que el niño (y la niña) crezcan con un padre presente qué les sirva de modelo de identificación, (qué haya más hombres entre el profesorado de preescolar y de educación primaria,...). Parece razonable que, aquí y ahora, es al menos mas cómodo tener ambos modelos como referentes, pero, coincidiremos en que es mejor no tener un padre presente que tener uno malo. Esto ultimo lo digo porque históricamente y hasta fechas muy recientes lo normal era tener a ese padre presente y no parece que sea casualidad, que la crisis del patriarcado haya coincidido con su alejamiento relativo. No obstante ahora se habla de la diferencia entre ser padre y hacer de padre, lo primero no tiene ningún mérito pero lo segundo implica la asunción de esa responsabilidad. También se habla de padre faltante frente a la idea de padre ausente, para aclarar que el padre presente no tiene porque incluir intercambio corporal y afectivo, ni el cumplimiento de la función de maternaje que es la que crea el vinculo que puede servir como modelo alternativo.
La COEDUCACIÓN se nos ha presentado desde la enseñanza como la formula para combatir el sexismo, pero lo masculino y sus valores sigue tomándose como ejemplo de normalidad, madurez, cordura y autonomía olvidando que los hombres tienen los problemas psicosociales de salud mas relevantes, relacionados con los estilos de vida, drogodependencias y violencias. En lugar de cuestionar el modelo masculino lo han convertido en "café para todos y todas". Una de las consecuencias mas llamativas es que se espera que para el año 2020 las expectativas de vida de las mujeres hayan retrocedido hasta igualarse a las de los hombres. Parece que seria más lógico caminar hacia un modelo "unisex" que tomando lo mejor de cada genero contribuyera a alargar la expectativas y la calidad de vida para todas y todos.
Aunque la ADAPTACIÓN DE LOS HOMBRES A LOS CAMBIOS impulsados por las mujeres, la hemos iniciado cada uno a nivel personal, presionados por las circunstancias y las mujeres con que nos hemos relacionado, desde mediados de los 70 en los países escandinavos y de los 80 en distintas ciudades españolas han ido apareciendo grupos de hombres que buscan compartir aquellas inquietudes que difícilmente surgen en las conversaciones entre varones, ni son fáciles de tener en presencia de las mujeres .En ellos se cuestiona la vigencia del modelo tradicional, se habla de los malestares masculinos o se analiza críticamente, (no en todos los grupos,) cómo contribuimos a reproducir relaciones de dominación.
En España, los primeros hombres que se plantearon, en voz alta, la necesidad de organizarse para el cambio, estaban vinculados afectivamente a mujeres feministas e interesados en el estudio de la sexualidad, y la primera vez que grupos de hombres han decidido pronunciarse públicamente contra el sexismo lo han hecho contra la violencia masculina en la pareja a raíz del asesinato de Ana Orantes. Lo primero es lógico tratándose de hombres que a pesar de todas las dificultades quieren compartir la vida intima con mujeres que exigen condiciones de igualdad y reciprocidad, lo segundo es la consecuencia de entender el amor como una buena amistad con momentos eróticos, en el que resulta inaguantable la contradicción masculina entre el placer y el cumplir, y lo ultimo porque era cómplice el silencio del colectivo masculino ante la forma mas sangrante de intentar evitar el derecho de las mujeres a la libertad.
BIBLIOGRAFIA:
* Comunicación presentada en las Jornadas sobre MUJER Y SALUD, Jerez de la Frontera, febrero de 1999. José Ángel Lozoya Gómez es miembro del Colectivo de Salud SPECULUM. Tel. 954228294.