Oswaldo Montoya
Miembro del Grupo de Hombres Contra la Violencia de Managua


"Cómplice: persona que sin ser autora de un delito coopera a su perpetración", dice muy categóricamente mi diccionario de consulta.

Decidí buscar una definición formal del término complicidad después de participar en una sesión de reflexión con mis compañeros del Grupo de Hombres contra la Violencia de Managua. Y es que ese fue el tema que escogimos para reflexionar. ¿Hay complicidad entre nosotros los varones? ¿Complicidad de qué? ¿Y por qué?.

Primero compartimos experiencias personales en las cuales nos hayamos sentido cómplices del comportamiento machista de otros hombres. La lista fue larga... Desde dejar pasar comentarios burlescos contra las mujeres, pasando por organizar la salidas del amigo con las amantes, hasta presenciar la "celebración" que los amigos hacían por participar en una violación múltiple a una muchacha.

En algunos casos aplaudimos la conducta machista de nuestro "broderes"; en otros casos simplemente nos quedamos callados, y nos sentimos cómplices por no hacer nada al respecto. Dice Robert Connell, un sociólogo australiano, que la mayoría de los hombres somos cómplices del proyecto dominante de masculinidad aunque no logremos practicarlo totalmente, ya que a fin de cuentas todos los hombres nos "beneficiamos" del machismo de otros hombres.

Por ejemplo, cada vez que un hombre maltrata a una mujer, se reafirma el mensaje que los hombres tenemos poder sobre las mujeres. Así, muchos otros hombres individuales no necesitamos golpear a las mujeres porque basta con que unos lo hagan para que todas las mujeres "agarren la seña": los hombres tienen el permiso cultural de maltratar a las mujeres si sienten amenazado su poder.

Entonces, en nuestra sesión de grupo reflexionamos que al ser cómplices no nos ponemos en la línea frontal del machismo. Otros hacen el trabajo sucio; otros son los malos de la película aunque todos saquemos ventaja.

Nos preguntamos por qué somos cómplices entre los hombres, más allá de la explicación sociológica de la reafírmación del poder masculino. Yo creo que lo somos porque actuar de manera cómplice nos une a los hombres. La complicidad masculina pueda que sea una de las pocas formas que aprendimos para establecer intimidad y camaradería entre nosotros. Desde la complicidad nos sentimos seguros de ser aceptados por los demás hombres. Romper con la complicidad puede poner en riesgo la amistad con los otros varones. ¿Qué creen ustedes que le puede pasar a un hombre si critica a su "pofi" por desnudar en palabras el cuerpo de la mujer que pasa por la calle? "Ideay jodido, ¿Qué te pasa? ¿Y es que ya no te gustan las mujeres?"

Finalmente, discutimos sobre qué podemos hacer para dejar de ser cómplices sin aislarnos de los otros hombres. Aunque no es nada fácil, reconocimos que ya estamos haciendo cosas para terminar con la complicidad. Un compañero dijo que él lo hace por medio de bromas, al suave, sin confrontar a sus amigos directamente; de lo contrario, ellos se ponen a la defensiva y te atacan. La búsqueda de apoyo entre hombres que están tratando de superar el machismo es otra forma.

Pensamos que es posible lograr esa intimidad y camaradería entre svarones sin ser cómplices de nuestros machismos, aunque comprendiendo que estamos en proceso y necesitamos una mano que nos ayude a salir de los viejos esquemas de comportamiento. Un nuevo tipo de apoyo entre los hombres nos pareció tan fundamental para salir de la complicidad machista que acordamos hacer la próxima reflexión del grupo sobre la solidaridad entre los hombres.

*Publicado en EI Semanario (Nicaragua), 24 de noviembre de 1998