George Marx*

Basándome en mi propia experiencia, creo que para mí y para los hombres con quienes trabajé era muy importante conectarnos unos con otros como hombres y luego tratar (a menudo con éxito) de trabajar con mujeres feministas.

En el grupo de Hombres Deteniendo la Violación (Men Stopping Rape -MSR-), funcionamos como grupo "cerrado" de hombres durante 4-6 meses antes de reunirnos con dos mujeres del Centro para la Crisis de la Violación (CCV) de Madison (Wisconsin, EUA), quienes en teoría eran nuestras aliadas y apoyaban nuestra causa.

El CCV inicialmente quería dejarnos solos --como grupo de hombres-- indicando con ello que, en el pasado, al acercarse a ellas algunos grupos de hombres que pedían su apoyo, descubrieron que se trataba de hombres que buscaban una relación con las mujeres (debajo de una retórica aparentemente profeminista) o que quizás estos grupos tenían buenas intenciones pero se desintegrarían pronto, desgastando así el tiempo y la energía del personal y las voluntarias del CCV. Querían que demostráramos qué queríamos antes de invertir su tiempo en nosotros, lo que entonces nos pareció razonable y comprensible.

Cuando nos reunimos con las dos integrantes del CCV, nos mostraron una película de unos 20 minutos de duración, sobre la violación. Nos pareció desafiante y perturbadora. Nos sugirieron que habláramos entre nosotros, sin ellas presentes, y que cuando estuviéramos listos las llamáramos para discutir la película. Hablamos durante una media hora y luego las invitamos a la discusión, según su sugerencia.

Una de las mujeres hizo una pregunta muy general, algo como: "¿Qué sintieron respecto a la película?" Fue extraño y atemorizante para nosotros -- unos ocho hombres que creíamos que estábamos unidos y avanzando un poco como grupo. Estando ellas en nuestra presencia pero sin hacer nada más que estar ahí, la unidad de nuestro grupo parecía desintegrarse rápidamente. Nuestra discusión se deterioró. No nos estábamos comprendiendo en lo que decíamos y empezamos a criticarnos -- y no en una forma cuidadosa. Estábamos actuando de manera muy diferente a como lo habíamos hecho antes. ¡Las mujeres no estaban haciendo nada! Y nosotros nos sentíamos paralizados debido a nuestros propios temores y debilidades.

Con la mayoría de estos hombres construimos lo que probablemente fue el grupo de hombres contra la violación más fuerte que ha existido en los Estados Unidos. Y aunque los asuntos de "género" nos golpearon duramente desde el inicio, esto nos ayudó a darnos cuenta que necesitábamos trabajar con hombres, no en grupos mixtos, y que requeríamos realmente construir nuestra fuerza como grupo de hombres profeministas que querían ser aliados de los grupos de mujeres feministas. Entendimos también que nuestra mejor función no era ser parte de los grupos de mujeres feministas, sino sus aliados, y que teníamos mucho trabajo por delante antes de serlo de manera efectiva.

El hecho de haber tenido entonces éxito en estos esfuerzos ha influido en que el grupo MSR haya perdurado tanto (aunque no parece ser muy activo ahora, 15 años después) y haya realizado y continúe llevando a cabo un buen trabajo.

Cuando finalmente nos reunimos con las mujeres --en mayores números-- lo más importante fue que las escuchamos en lugar de hablarles. Poniendo a un lado la tremenda cantidad de trabajo que se necesita entre hombres, creo que lo fundamental es que escuchemos a las mujeres. Una forma en que puede hacerse es permitiendo que las mujeres presentes hablen sin interrupción durante un tiempo, luego que los hombres lo hagan, y finalmente que ambos grupos hablen sobre las cuestiones que deben discutirse conjuntamente.

Aun en un ambiente tal --cuando está bien organizado--, pienso que emocionalmente muchos de nosotros podríamos tratar de "identificarnos con las mujeres" (si es que no estamos buscando algún tipo de relación erótica con ellas) y, por ello, descuidar una buena parte de la autoeducación que necesitamos como hombres.

Aunque el ejemplo no es en absoluto perfecto, creo que a menudo es mucho más fácil para nosotros los hombres tratar de actuar en algunas formas como homosexuales/lesbianas que pretenden negar su sexualidad, o como negros que tratan de hacer como si fueran blancos.

Me parece que es mucho más difícil --en particular para hombres heterosexuales blancos en los Estados Unidos y en otras culturas occidentales-- realmente enfrentar lo que significa ser "hombre" y tratar de confrontar tanto dentro de nosotros mismos y de nuestra "cultura masculina" que es muy malo para nosotros y otras personas y luego tratar de ayudar a cambiarlo. Para mí ha sido muy importante leer autoras y teóricas feministas. Pero sin el trabajo con hombres, a menudo no podremos convertirnos en verdaderos aliados de las mujeres feministas. Cuando realmente hacemos ese trabajo, entonces el diálogo con ellas puede ser sumamente útil.

Alameda (California), 21 de marzo de 1998
Traducido por Laura E. Asturias


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